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Sabemos la importancia de tener una buena planificación para visitar una ciudad en poco tiempo, por eso para una escapada corta o de fin de semana siempre recomendamos en alojarte en la zona centro de la ciudad, como es el caso de Málaga donde la vida cultural, ocio y gastronómica la tienes a pie de calle desde nuestros apartamentos ideal para recorrer a pie.

En el centro histórico de Málaga se abrazan con solera diferentes culturas y civilizaciones que van desde lo musulmán y romano a las tendencias actuales más cosmopolitas, aderezadas en todo momento por un acentuado toque andaluz. Monumentos y museos de primera, bodeguitas, pescaíto frito y muchos rinconcitos con encanto que no nos podemos perder por nada del mundo.

Para comenzar, empezamos la ruta en la Plaza de la Merced, uno de los lugares con más vida de la ciudad. De estilo decimonónico, con un obelisco al general Torrijos en su centro, esta popular plaza alberga elegantes casonas de grandes ventanales, entre las que destacan las llamadas Casas de Campo, en una de las cuales nació el 25 de octubre de 1881 el mismísimo Pablo Picasso. Y porque decir Málaga es decir Picasso y viceversa, la casa natal del genio mañagueño alberga hoy en día la sede de la Fundación Picasso.

Abandonamos la plaza por la calle Alcazabilla, la apuesta firme del momento por locales y foráneos. Esta calle ahora peatonal tiene entre sus estandartes al popular cine Albéniz, abierto desde 1945, en el que se pasan versiones originales, cine latinoamericano o títulos de arte y ensayo, entre otras cintas.

A dos pasos, otra de las grandes atracciones del lugar: el Teatro Romano, recientemente recuperado, una obra del siglo I antes de Cristo mandada a construir por el emperador César Augusto cuando Málaga era Malaca. De él se destaca su orquesta, el escenario (o proscaenium) y el graderío o cavea, donde se sentaban los espectadores. Pero esto no es todo. El mencionado teatro está a los pies del monte Gibralfaro, en cuyas lomas se alza otra de las construcciones más emblemáticas de la ciudad: la Alcazaba: una fortificación musulmana del siglo XI, un gran palacio-fortaleza de roca caliza del siglo XI donde no faltan una torre de homenaje, las murallas almenadas o los llamados Cuartos de Granada donde vivían reyes y gobernadores, además de patios y jardines donde siempre fluye el agua.

No dudaremos en entrar al recinto, a sabiendas de que la subida es, como diría un malagueño, tó cuesta arriba. La zona ha vivido estos últimos años un lavado de cara integral que la ha convertido en el referente del momento. Los bares del lugar (entre ellos la mítica bodega El Pimpi) se han dado prisa para sacar sus mesas al pavimento y ofrecer a sus clientes unas vistas de lujo al conjunto monumental del Teatro y la Alcazaba, iluminado mágicamente de noche. Tomamos nota para volver más tarde (por supuesto).

Hay que reseñar que enfrente del Teatro Romano está el Convento de Santa Ana del Císter, que alberga el Museo de Arte Sacro. Y que la calle Alcazabilla termina en el Palacio de la Aduana, donde giraremos a la derecha para ir directos a la Santa Iglesia Catedral Basílica de la Encarnación, o lo que es lo mismo: la Catedral de Málaga. Conocida popularmente como La Manquita por tener sólo una torre (eso sí, de 93 metros de altura) de las dos proyectadas, es uno de los tesoros del Renacimiento en Andalucía de interior barroco.

Sobre que sólo tenga una torre se oyen muchas historias, de entre las que suena la más creíble que el presupuesto que estaba destinado a su construcción fue desviado a la Guerra de la Independencia de Estados Unidos, aunque recientes estudios desmienten esta teoría también. Hay quien apuesta hoy por que se construya según el proyecto original, aunque son mayoría los románticos que prefieren que la obra quede manquita para siempre.

El edificio es de planta rectangular con tres naves, obra de Diego de Siloé entre 1528 y 1782. Los amantes del arte deben saber que de él destacan su fachada, la mencionada torre, su majestuosa capilla mayor semicircular obra de Diego de Vergara y el llamado tesoro catedralicio, que son varias obras repartidas por el templo entre las que figuran el conjunto escultórico de La Piedad de mármol de Carrara esculpido por los Pissanis en Florencia, la sillería del coro de Pedro de Mena u otras obras de artistas como Enrique Simonet o Alonso Cano, entre otros. Porque si de algo puede presumir Málaga es de arte religioso.

La entrada al interior, a elección del viajero. La rodearemos para ver sus coquetos jardines hasta llegar a la Plaza del Obispo, donde está el Palacio Episcopal. De ahí, a callejear un rato por el casco antiguo por lugares como el Pasaje Chinitas, las calles Santa María, Correo Viejo o Echegaray, o la Plaza del Siglo hasta llegar a la calle San Agustín, donde haremos nuestra próxima parada.

Ni qué decir tiene que tenemos permiso para repostar en cualquiera de los bares y bodeguitas que nos saldrán al paso: un calimocho (bebida típica de feria a base de tinto y coca cola), sangría, tinto de verano (aunque sea invierno) o cualquiera de los vinitos de la tierra: dulces, olorosos, moscatel, Pedro Ximénez (conocido según la zona como Pedro Ximén, Pedro Jiménez o PX) o pajarete. O un Málaga Virgen en todas sus versiones que podremos acompañar de una rica tapita o un picoteo de ibéricos mientras llega la hora de comer. Qué grandes inventos.

En el número 8 de San Agustín nos espera una de las visitas estrella de la escapada: el MPM, el Museo Picasso de Málaga, uno de los seis museos que existen en España dedicados al pintor malagueño, si bien puede decirse que éste es el más especial porque recibe el apoyo y el cariño constante de todo su pueblo natal.

Ubicado en el elegante edificio del Palacio de Buenavista, el MPM es la realidad del sueño del propio Picasso de que su obra volviese a su ciudad natal. Hablamos de más de 200 obras en la colección permanente, a las que hay que sumarle exposiciones temporales de gran calidad. Por supuesto, cita obligada.

Una vez hayamos cumplido con el malagueño más universal y llegada la hora de comer, hay que cumplir con otro de los orgullos de la tierra: la gastronomía local. Sencilla y sin aspavientos, pero muy sabrosa. Sin miedo a equivocarnos, cualquiera de las tabernas, bodegas y restaurantes del centro histórico nos dejarán satisfechos. Garantizado. Si bien peregrinar de bar en bar para probar más variedad puede ser una acertada idea.

Homenaje al pescaíto frito o algún platillo de la tierra como la porra antequerana (una especie de gazpacho de cuchara, conocido como salmorejo en otras zonas de Andalucía) o las berenjenas fritas con miel negra de Frigiliana, y ya estamos listos para seguir.

Por la tarde...

Y ahora llega la hora del café, que en Málaga es diferente al resto del mundo. Una aventura para el ignorante visitante, que caerá en la trampa de decir al camarero "un café con leche, por favor". Debemos saber que hay ocho apelativos para denominar el tipo de café que se quiere tomar: nube, sombra, corto, semicorto, mitad (el clásico café con leche), semilargo, largo y solo. Todos ellos, fáciles de intuir por su nombre, que le dan a cada cual la cantidad justa de café que quiere consumir. Ni una gota más.

Cuentan que todo esto surgió en el Café Central , una de las cafeterías más señeras de la ciudad situada en la Plaza de la Constitución , a la que nos dirigiremos ahora a cumplir con la tradición. Además de café bar, este clásico establecimiento es también restaurante, bodeguilla (en el vecino Pasaje Chinitas, a dos metros) y tienda delicatessen.

Ahora nos encontramos en el corazón de la ciudad. En lo más señorial, a un paso de la calle Marqués de Larios (o calle Larios), sencillamente la calle más conocida, ganada para disfrute de los peatones desde hace pocos años. Es la calle de las compras, junto con la vecina calle Nueva y la Plaza de Félix Sáenz . La quinta más cara de España en el precio del alquiler comercial, después del Portal del Ángel en Barcelona, las madrileñas calles Preciados y Serrano, y el catalán Paseo de Gracia, que ocupa el cuarto lugar.

También es escenario central de una de las fiestas más populares de Andalucía (y de España, todo sea dicho): la Feria Real de agosto (del día 11 al 22) que tiene como sede el centro histórico por la mañana y el recinto ferial Cortijo de Torres por la noche. Para la ocasión, la calle se cubre de toldos que dan sombra y se llena de trajes de lunares, casetas y barras improvisadas donde rendir homenaje a vinos tradicionales como el Cartojal de las Bodegas Málaga Virgen y el Carpe Diem de Tierras de Mollina, protagonistas absolutos de la cita. Que entran como agua y se suben a la cabeza con olerlos.

Tomaremos la calle Larios en dirección a la Alameda Principal, una gran avenida abierta donde paran todos los autobuses que por un extremo va a dar al río Guadalmedina (habitualmente seco) donde empieza el centro moderno de la ciudad. En ella destacan los kioscos de venta de flores en su isleta central, y un lugar emblemático: la bodega Casa de Guardia (en el número 18) a la que no dudaremos entrar. Es la bodega más antigua de la ciudad, fundada en 1840, y en ella degustaremos alguna copita de las variedades lágrima, guinda, o los mencionados moscatel, pajarete o Pedro Ximén. Una experiencia añeja que hay que probar.

De aquí, vamos hacia la Plaza de la Marina, donde localizaremos la estatua del Cenachero. Se trata de una figura muy querida, un pescador que lleva en sus espuertas de esparto al hombro el pescado fresco. Una profesión histórica ya desaparecida y uno de los tres grandes símbolos de Málaga junto con la biznaga (una composición floral hecha con jazmines frescos) o el famosísimo espeto de sardinas, que es una ristra de sardinas ensartadas en una caña puesta a hacerse sobre brasas en la playa.

A continuación, pondremos rumbo al Paseo del Parque, que se extiende paralelo al Puerto Marítimo. Es un jardín subtropical abierto donde se pueden encontrar variedades traídas de todo el mundo gracias al excelente microclima de la ciudad, de inviernos cálidos y veranos suaves. En la orilla de la izquierda, desfilan edificios monumentales como el Palacio de la Aduana, la Casa del Jardinero, el edificio antiguo de Correos (hoy sede del Rectorado de la Universidad ), el Banco de España y el Ayuntamiento , con los Jardines de Puerta Oscura y de Pedro Luis Alonso. Todo esto, al refugio del monte Gibralfaro, que nos muestra aquí unas excelentes vistas de la silueta de la Alcazaba y la llamada Subida a La Coracha, que es un espacio intercomunicador con otra de las visitas imprescindibles de la ciudad: el Castillo de Gibralfaro.

Antes de subir a contemplar las mejores panorámicas, seguiremos por el Paseo hasta el final, donde está la Plaza de Toros de La Malagueta, en el barrio del mismo nombre, uno de los más entrañables y bonitos de la ciudad, de altos edificios. Tomaremos la Avenida Cánovas del Castillo hasta la orilla de la popular Playa de la Malagueta.

De ahí, por el Paseo Marítimo Ciudad de Melilla nos dirigimos a hacerle una visita a la Farola, el faro de la ciudad, el único de España que es femenino. Avisamos que con las primeras luces del atardecer, recorrer el Paseo de la Farola que da al Puerto donde hacen escala grandes barcos y cruceros puede convertirse en algo irrepetible, con los principales monumentos de la ciudad iluminados como telón de fondo.

Podemos optar por subir ahora a contemplar las panorámicas del Castillo de Gibralfaro para contemplar el atardecer o bien, si nuestra escapada se alarga un día más, dejarlo para el segundo día por la mañana si el cansancio ha hecho su aparición. Arriba, también se encuentra el Parador Nacional de Gibralfaro , donde tomar un café (ojo cómo lo pedimos que ya sabemos cómo va el tema) es un auténtico placer.

Por la noche, volveremos sobre nuestros pasos para cenar en el centro y visitar el Teatro Cervantes (se recomienda echar un vistazo a su agenda cultural siempre de calidad), que extiende cada año su alfombra roja para el Festival de Cine de Málaga, otra de las grandes citas culturales de la ciudad que reúne año tras año lo mejor del producto nacional y a todos sus protagonistas.

De ahí, iremos a tomar un vinito (otro más.) a El Pimpi, en el número 62 de la popular calle Granada que sale de la Plaza de la Merced hacia la Catedral. El ambiente es lo mejor, la decoración, sus vinos y sus barriles firmados con tiza por personalidades del mundo de la música, el cine, la política, el toreo o la literatura. Han estampado su autógrafo celebridades tan variopintas como Lola Flores, Marisol, Rocío Dúrcal, Sean Connery, Antonio Gala, Anthony Blake, Álex de la Iglesia, Aitana Sánchez Gijón o Alaska entre una larga lista, y además allí se han rodado películas. Entre su clientela se mezclan lugareños, estudiantes al principio de sus noches de juerga, guiris y no tan jóvenes que acuden a la llamada de los actos culturales que se celebran (hay poesía y actuaciones en directo) o al olor del jamón de pata negra.

Si nos hemos quedado con ganas de más, el cierre podemos echarlo en los locales de noche de la calle Beatas, Plaza Mitjana y colindantes (apuntemos que la noche malagueña es de las que más fama tienen en Andalucía).

Y todo quedará a tan solo unos minutos a pie de vuelta a nuestros apartamentos Halcyons Days, situados en Calle Puerta del Mar, 15, junto a la Alameda principal y el mercado atarazanas.

¡¡Esperamos que os guste!!

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